miércoles, junio 30, 2010

"Sueño Profundo" de Banana Yoshimoto

Después de mi agradable experiencia con Murakami me ha picado la curiosidad con la literatura japonesa y he empezado a explorarla un tanto aunque reconozco que con una cierta timidez.
De ahí que me haya decantado por Banana Yoshimoto, una autora también muy accesible para los ojos occidentales y que, en algunas ocasiones, se la ha definido como una Murakami mujer (aunque Murakami sea más conocido por sus novelas y Yoshimoto por sus relatos).
Aunque se dio a conocer con “Kitchen” he preferido empezar por “Sueño profundo”, una breve antología de cuentos que se lee en un suspiro y que me ha dejado muy buen sabor de boca.
Efectivamente, los parecidos con Murakami son notables, tanto por ese estilo sencillo y fácil de leer pero con un algo evocador que lo convierte en único, como por la tristeza y profundidad de sus historias. Sin embargo, y aunque parezca difícil, la japonesa consigue una mayor sensibilidad que su colega masculino, o, por lo menos, a mi me ha dejado esa sensación.
“Sueño profundo” consta de tres cuentos: el que da título al libro, “Los viajeros de la noche” y “Una experiencia”. El primero y el último son fantásticos y el del medio realista pero estas etiquetas son muy poco útiles ya que en este caso concreto, lo que importa no es tanto que género utiliza Yoshimoto si no que es exactamente lo que nos está contando.
Y en los tres casos se habla de soledad y muerte, de pérdidas y la tristeza que conllevan y de cómo afrontar la fragilidad consustancial a ser humano. Sin embargo, al igual que con Murakami, no son historias trágicas o pesimistas, más bien dejan un regusto de ternura y humanidad por qué, aunque aparentemente sus protagonistas estén solos, realmente existe una cordial fraternidad humana a su alrededor que les permite salir adelante, por muy dura que sea su experiencia.
“Los viajeros de la noche” cuenta como afrontar la muerte de un ser querido (hermano de uno de los personajes y novio de otro), y, repito, aunque su enfoque es realista, es cierto que el cuento está impregnado por un halo de irrealidad que lo acerca al fantástico, si no en el fondo si en el tono.
“Sueño profundo” es el más original, aunque hay que reconocer que Yoshimoto se prodiga en cuanto a la innovación, trata también de la pérdida dolorosa de un ser querido pero fascina por detalles aparentemente menores que, a la larga, se acaban convirtiendo en el auténtico eje de la historia, ese sueño profundo del título que primero practicaba la fallecida como una peculiar profesión y que luego afecta a su amiga no deja de ser una metáfora tan potente como esclarecedora de cómo afrontar las encrucijadas de nuestra vida y como la amistad puede ayudar más allá de la muerte.
“Una experiencia” es el más fantástico de los tres y el más aterrador, historia de alcoholismo y también sueño pero en el que destaca una sesión de espiritismo realmente perturbadora y que coloca a Yoshimoto como una hábil devota de las fuentes más clásicas del Terror.
En resumen, una grata lectura que recomiendo fervientemente y que anima a seguir leyendo a esta autora. Y eso a pesar del seudónimo que ha elegido que, por lo menos en español, no deja de sonar un tanto a cachondeo…

miércoles, junio 23, 2010

José Saramago (1922-2010)


















A la muerte de un escritor, especialmente de un gran escritor, es frecuente que se hable de muchas cosas relacionadas con él pero no de su literatura. Las reacciones, su vida, los pormenores de su desaparición… todo ello es escaneado en riguroso directo por los plumillas de turno pero un comentario reposado de la obra que deja detrás, eso, suele brillar por su ausencia.
José Saramago no iba a ser una excepción. Desde su iberismo, a su relación con Portugal, su país, pasando por su residencia en Lanzarote, su premio Nobel, el cariño de sus lectores (de lo que doy fe, una de las entradas más contestadas de este blog fue mi comentario negativo sobre “Las intermitencias de la muerte), su matrimonio con una española, su militancia comunista, su infancia de pobreza y necesidad, su tardía incorporación a la literatura, lo repentino de su muerte (a pesar de su edad) o el desafortunado comunicado de la Santa Sede (¡Qué ha sido de la sutileza de la diplomacia vaticana! otro mito que se desmorona). En fin, de todo esto se ha hablado y mucho en la prensa pero, repito, de sus libros, lo justito y poco más. Como mucho un poco de hincapié en lo raro de su éxito siendo un autor que posee un estilo bastante especial, barroco, poético y un tanto vanguardista.
Desgraciadamente no me siento capacitado para hacer ese esfuerzo que he echado en falta en otros sitios, y no voy a hacer una elaborada crítica de la obra de Saramago. Pero sí me gustaría recordar una cosa: el portugués fue un autor que cultivó con esmero, intensidad y reiteración el género fantástico. Algo que, en mi modesta opinión, no se ha señalado lo suficiente. Saramago practicó eso tan difuso que se ha llamado Realismo Mágico, pero también el Fantástico literario más puro, la política ficción, el relato bíblico e, incluso, algo parecido a la ciencia ficción.
En ese sentido es, probablemente, y una vez que han fallecido Ballard y Lem, lo más cercano a un autor de nuestros gustos que la Academia Nobel puede llegar a reconocer. Por tanto, merece la pena recordar, y no intento ser exhaustivo, títulos como el ya citado “Las intermitencias de la muerte” pero, también, “La balsa de piedra”, “El evangelio según Jesucristo”, “Ensayo sobre la ceguera” (quizá su libro más reconocido), “La caverna”, “El hombre duplicado”, “Ensayo sobre la lucidez”, “Cain” o algunos de sus cuentos.
El hecho de que crítica y público aceptasen sin rechistar estos títulos son, probablemente, el mejor ejemplo de hasta que punto esa normalización de la literatura fantástica y, especialmente de la ciencia ficción, se ha convertido, y valga la redundancia, en algo normal. Tanto que, probablemente, este tipo de entradas reivindicativas (a las que soy bastante asiduo) empiezan a dejar de tener sentido. Hoy por hoy escribir sobre un mundo donde todos se vuelven ciegos menos unos pocos y sobre como ese Apocalipsis refleja nuestra condición humana ya no es ciencia ficción, si no una crítica social digna de un Nobel. ¡Ah, si Wyndham levantase la cabeza!

lunes, junio 14, 2010

Ver para Creer

Desde luego no ganamos para sustos y absurdos. Me explico. Creo que ya he mencionado más de una vez que trabajo en cierto instituto de secundaria como profesor. Un lugar donde la lectura es algo remoto, lejano y totalmente irrelevante. Como decía un compañero ya fallecido, y por resumir un poco, muchos profes nos sentimos como misioneros entre zulúes.
Mis compañeros de lengua y literatura bregan a diario con esta panda irreductible a los encantos de la lectura, e intentan engatusarles de mil y un manera, a que engañarnos, por lo general infructuosas.
Hace ya tiempo que nadie se plantea que lean a los clásicos (por lo menos en la E.S.O.), lo que quizá no es del todo mala idea. Lo malo es que, a cambio, impera la dictadura de la Literatura Juvenil “con valores”, tan del gusto de editoriales y ministerios y tan pobre en resultados.
Algunas de las obras que se leen (es un decir) los chavales de mi centro las he reseñado en este blog, obviamente las de temática fantástica, que alguna ha habido, aunque no son, ni mucho menos, la mayoría. Y eso, es algo que, sinceramente, no he entendido nunca, por qué hay un tipo de lector, y creo yo que más común en la adolescencia que en la madurez, apasionado por lo extraño, lo raro, lo aventurero, lo terrorífico e, incluso, lo bizarro. Todo ello terrenos del fantástico y que, a buen seguro, podría servir como anzuelo para que ese ansiado El Dorado, el hábito de la lectura, sea al fin hallado a estas edades. Y si no, echémosle un vistazo a J. K. Rowling y su saga de Harry Potter o, ya en mi época, a los éxitos de Michael Ende o el mismísimo Tolkien.
Pues nones, lo fantástico, como siempre, es más un gorrón que se ha colado en la fiesta que un invitado con todas las de la ley.
Y a cambiar eso, no ayuda nadie, empezando por lo padres, otras benditas criaturas. Y después de este prolegómeno explicativo paso a detallar el caso. Este año uno de los libros a leer (o sufrir, según los casos) era “Sesión de espiritismo” de Carlos Puerto. No he tenido el gusto de leer la novelita pero creo que es un libro fantástico “falso”, un poco al estilo de Gisbert (“Los espejos venecianos”, “Algo despierta en secreto”), partiendo de una premisa teóricamente fantástica se narra una historia más bien realista donde lo fantástico queda totalmente explicado. Aunque no descarto que sea de los que tengan sorpresa final, un toque que de algo de ambigüedad a la historia.
En cualquier caso, y aunque estos no sea un sub-género que despierte mi entusiasmo, no puedo dejar de ver esta pequeña obra con una cierta simpatía y, es posible, pueda ser realmente eficaz a la hora de despertar el gusanillo lector entre nuestras fieras.
Hasta que la madre/padre de la fiera de turno vio el libro y dijo que su niño “eso” no se lo leía, que era peligroso, una porquería, y anti-religioso y patatín y patatán. Y el niño no se leyó el libro, y aquí paz y después gloria.
Tamaña cabeza cerrada cual cárcel iraní tiene bemoles a estas alturas del partido. Vale que es una postura minoritaria pero que alguien todavía vaya por ahí persignándose ante la mención de la palabra espiritismo o de cualquier cosa que suene a Terror me parece digno de otros tiempos y otras latitudes. Pues no, España 2010, aquí y ahora.
Claro que la tontería de los progenitores del chaval es total si tenemos en cuenta que otros años el angelito se ha tenido que leer cosas como “La ciudad de las bestias” de Isabel Allende o “Alto riesgo” de Nick Manns, este último una auténtica historia de fantasmas con un par de escenitas bastante logradas para ser un libro del tipo del que hablamos (literatura juvenil un tanto cutrelux). Pero claro, el autor o la editorial, perros viejos, se olfatean los problemas de semejantes mentes cerriles y zanjan el tema poniendo títulos anodinos y genéricos que consiguen engañar a determinados personajes, que juzgan los libros únicamente por sus títulos, probablemente por qué son incapaces de ir más allá de la portada en sus curiosidades lectoras.
En fin, de risa si no fuera por qué, en el fondo, es de pena. Eso sí, no suframos mucho por el alumno, la lectura del libro suele significar un 10-20 % de la nota de un trimestre, así que, a menos que sea un zote (que igual sí), no leerse un material tan peligroso no acarrea el suspenso automático. Y así nos va, claro.

martes, junio 08, 2010

"Las Damas de Grace Adieu" de Susanna Clarke


Hace poco ha llegado un comentario a una de mis críticas antiguas. Pasa a veces, lo que acabas de escribir parece no interesar a nadie y lo de hace unos años llama la atención de un visitante que pasaba por allí, así es la vida y no merece la pena darle muchas vueltas al tema.
El caso es que el inefable anónimo de turno ponía de vuelta y media mi entusiasta aprecio por “Jonathan Strange y el Señor Norrell” de Susanna Clarke. Un interesante baño de humildad, uno puede opinar que determinado libro es una obra maestra pero siempre habrá alguien que te recuerde que para él es un coñazo insufrible.
Afortunadamente poseo un ego a prueba de bomba y no me dejo arredrar por las críticas ajenas así como así. Después de una breve reflexión, meneé la cabeza y suspire. “Jonathan Strange y el Señor Norrell” es una obra maestra, pese a quien pese, lo que no significa que tenga que gustarle a todo el mundo. A fin de cuentas, Tolkien detestaba a Shakespeare….
Reconozco que cuando leí la magna obra de Clarke si hubo una cosa que me preocupó un tanto. Un libro tan desmesurado, enorme y complejo ¿podría ser un brote único? ¿No se habría desfondado la autora para el esto de su carrera? ¿El listón no estaba puesto demasiado alto?
Los mismos pensamientos me asaltaron cuando empecé la lectura de “Las damas de Grace Adieu”, la siguiente obra de la británica en llegar al mercado español. Bien, después de una lectura frenética pude respirar con alivio. Clarke era, al menos, tan buena cuentista como novelista y la llama que había abrasado su gran novela ardía con igual fuerza en sus cuentos.
Cuentos, eso sí, ambientados en el mismo universo de su opus magna y que incluso cuentan con alguna aparición de viejos conocidos como el Duque de Wellington, el Rey Cuervo o Jonathan Strange. Estamos pues, una vez más, ante ese cruce espureo entre Jane Austen y Neil Gaiman que ha hecho las delicias de muchos, ese hibrido fascinante entre la tierra de las hadas y la Inglaterra de principios del XIX. Y, como no, Clarke consigue que un artefacto tan insospechado funcione con la gracilidad de una bailarina de ballet.
Relatos como el que da título al libro, “La señora Mabb”, “El señor Simonelli o el viudo duende” o “Tom Brigtwind o cómo se construyó el puente mágico de Thoresby” poseen las mismas virtudes que su hermana mayor “Jonathan Strange y el Señor Norrell”, e, incluso, acaban siendo más asequibles y agradables al no poseer una presencia tan abrumadora.
Eso sí, Clarke introduce un nuevo registro en su obra, me refiero a narraciones escritas al estilo de los cuentos de hadas tradicionales, donde los puntos de referencia no serían tanto Jean Austen como los hermanos Grimm, el folklore y la antropología más que la historia decimonónica inglesa. En este apartado se situarían historias como “En el monte Lickerish”, “El Duque de Wellington extravía el caballo”, “Antickets y Frets” y “John Uskglass y el carbonero de Cumbria”. Y aunque están bien escritas y no dejan de tener su encanto, en mi modesta opinión se encuentran un tanto lejos de los logros de sus otros cuentos. Resultan interesantes pero no deslumbrantes, agradables pero no apasionantes, un camino no tan fructífero como el del resto de su obra.
A pesar de su variedad, hay que reconocer que estos cuentos reúnen una serie de ideas comunes. Por una parte son muy femeninos e, incluso, feministas (especialmente “Las damas de Grace Adieu”). Historias en que las mujeres son las protagonistas (a veces las únicas protagonistas) y en las que estas se demuestran superiores a los hombres (en una sociedad tan machista como la del XIX) son habituales en este volumen. En cierta forma, una especie de compensación a la muy masculina “Jonatahn Strange y el Señor Norrell”, donde las mujeres parecen ocupar el papel de víctimas a salvar y poco más. Algo que en su momento me llamó la atención teniendo en cuenta el sexo de la autora y la larga tradición de brujería femenina que hay en la literatura fantástica.
Ahora las heroínas pueden ser tan astutas o más que los hombres y las brujas tan terribles y crueles como el mismo Rey Cuervo, un cambio de lo más refrescante y agradable.
Por último hay una cuestión en la que creo que Clarke es una auténtica maestra: las transiciones desde la amable cotidianedad a la crueldad más absoluta. Empezamos a leer uno de sus relatos y la ambientación agradable, casi bucólica, y deliciosamente inglesa impregna la obra, luego, poco a poco, las cosas van cambiando, de forma imperceptible, y, cuando nos queremos dar cuenta, el salvajismo y el dolor hacen acto de presencia con una fuerza demoledora. Es en ese contraste entre ambos mundos, la civilización y la barbarie, la Inglaterra de la época napoleónica y el país de las hadas, la ciencia y la magia, donde la escritura de Clarke posee más fuerza, donde se demuestra todo su poder y efectividad a la hora de demostrarnos las dos caras de la misma moneda: el hombre y el duende.
De todos los cuentos hay unos pocos que merecen algo más de detalle. “Las damas de Grace Adieu” es el que me ha resultado más redondo y disfrutable. No sólo por su sutileza, buen hacer y terrible mensaje feminista si no por qué, al final, el mismísimo Jonathan Strange se encuentra con unas oponentes ante las que es mejor retirarse.
“La señora Mabb” posee una imaginación digan de Carroll y una mala leche inceible y deja muy claro aquello de que en el amor y la guerra todo está permitido.
“El señor Simonelli o el viudo duende” me ha recordado mucho a “Cumbres borrascosas” de Bronte, por ambientación y por el carácter demoníaco del duende protagonista tan parecido al Heatcliffe de los páramos de Yorkshire. Es, probablemente, la obra más romántica de Clarke en el sentido literario de la palabra.
Por último, no puedo dejar de mencionar “Tom Brigtwind o cómo se construyó el puente mágico de Thoresby”, una auténtica joya humorística y de una fantasía desatada exultante. El que más me ha recordado a su famosa novela.
Se me ocurre un único pero a la deslumbrante magia de Susanna Clarke ¿hay vida más allá de Jonathan Strange? ¿Será capaz de crear una obra tan apasionante pero ambientada en otro universo, distinta, en suma?
El tiempo lo dirá, personalmente sé que voy a disfrutar intentado responder a esta pregunta con el próximo libro que aparezca en nuestro idioma.

martes, junio 01, 2010

Historia de un prejuicio

¡Ah! Los prejuicios…. Que mala fama tienen, y con razón, claro. Como nos advierten contra ellos y como luchamos por evitarlos. Y como fracasamos, evidentemente.
Nadie está libre de prejuicios, por más que lo intente, y esta debilidad siempre nos juega malas pasadas. En mi caso, y como ya he dicho muchas veces en este blog, mi gran prejuicio es contra el mundo ufológico-esotérico. Es que es ver a la bicha y ponerme de los nervios, descomponerme, enfermar y cabrearme.
Todo tiene su explicación y, como en tantas cosas, dicha explicación se sitúa en la infancia. Como también he comentado más de una vez, de crio tuve mi fase de lectura compulsiva de ese tipo de libritos, en especial los del tema OVNI, muy de moda en mis años mozos. Poco a poco, fui siendo consciente del camelo que representaban esos libros y abandoné su lectura. Recuerdo que el cambio tuvo lugar en la frontera entre el colegio y el instituto (13-14 años) y lo provocó un libraco infame que especulaba con que Stonehenge era una base secreta OVNI. Teniendo en cuenta que de aquella ya sabía algo sobre la Prehistoria, semejante parida fue el detonante final de mi relación con Jiménez del Osos, J.J. Benítez y compañía.
Eso sí, me sentí bastante enfadado, tanto que el cabreo aún me dura. ¿Por qué? Por qué a nadie le gusta que le engañen, timen o estafen y, por qué me parece indecente que eso se haga con un niño, los seres más crédulos del mundo. De hecho, el concepto engañar a un niño tiene una mala fama tremenda, pícaros de hoy que no dudarían en levantarle la pensión a una ancianita serían incapaces de jugar con la credulidad inocente de un pipiolo de 6 añitos.
Y los escritores ufológico-esotérico se dedicaban a eso, a engañar a tiernos infantes. Es curioso, pero los niños aprenden muy rápido la diferencia entre ficción y realidad. No sabría decir edades pero esa distinción aprenden a hacerla en una época muy temprana de su vida. Lo he visto con mis sobrinos, que están en pleno desarrollo, y observarles me ha permitido recordar algunos procesos de mi propia niñez. A partir de cierto momento, uno aprende a distinguir entre Spiderman y Newton, entre la ley de la gravedad y la Tierra Media. Sabemos que las aventuras de Star Wars son reales en nuestra imaginación pero no en la realidad y somos conscientes que los entresijos de la teoría de la relatividad son igual de reales en nuestra cabeza y en el mundo más allá de nuestro cerebro.
Sin embargo, como niños seguimos siendo ingenuos y no sabemos que el engaño está ahí, esperando que piquemos como incautos. Lo terrible de los libros ufológico-esotéricos es que no se presentan como ficción si no como realidad. Ahora, de adultos, sabemos que eso es parte de su engaño pero, de niños, nos cuesta trabajo diferenciar semejante nivel de infamia. Si no es una novela (y no se presentan como tales) es real, auténtico, verdadero.
Cuando descubrí que me estaban tomando el pelo mi enfado fue monumental y hasta hoy, que aún sigue, sordo y semi-olvidado, pero ahí está, presente, adormecido, pero presente.
Y a veces ese prejuicio te la juega. En mi época infantil uno de los casos ufológicos más sonados en nuestro país fue el asunto UMMO, si alguien tiene curiosidad puede rastrearlo en la red y sacar sus propias conclusiones. A mí, en fase renacuajo, me fascinaron aquellas fotografías de discos plateados con un extraño anagrama en la panza. Luego, como es tan frecuente en este mudillo, la burbuja se desinfló, UMMO paso a mejor vida y, hace unos años, los creadores del fraude confesaron que todo había sido un montaje. Lo de siempre.
Eso sí, los ufólogos de pro siguen en sus trece, hace cosa de una año descubrí en un Carrefour un librito del inefable J. J. Benítez explicando como UMMO era real como la vida misma, que sí que en parte era fraude pero que había otra parte real, que si los hombres de negro, que si tramas gubernamentales para desprestigiarnos, etc, etc. Nada nuevo bajo el sol.
Que UMMO se había quedado ahí, en mi subconsciente, lo descubrí en 2004. Ese año se publico “Umma” de Juan Antonio Fernández Madrigal. De aquella su nombre no me dijo nada (aún no había descubierto sus relatos), era un autor novel, como tantos que aparecen todos los años. Como todo buen friki me gusta estar al día con lo que se escribe en la cf patria pero el tiempo y el dinero son un obstáculo jodido para ese propósito. Así que hay que hacer una criba, especialmente cuando estamos ante un autor nuevo, ante un salto al vacío. Y en el caso de Madrigal decidí pasar. ¿La razón? En mi cerebro “Umma” se convirtió en UMMO, y, automáticamente, clasifiqué el libro como lo que no era: como un intento más de los ufólogos por engañarnos, tomarnos el pelo y timarnos, así que pasé y metí la pata hasta el corvejón, por qué ahora que ya he leído parte de la obra de Madrigal ardo en deseos de enfrentarme al primer ladrillo de ese edificio complejo y apasionante que es su saga de las Víboras de las Formas.
Es curioso como nos funciona la cabeza. Umma es, también, la comunidad de los creyentes para el Islam, y una de las primeras ciudades mesopotámicas (aunque también aparezca como Unma). De hecho, esta última acepción es la que sirvió de referencia a Madrigal. Yo, como licenciado en Historia, debería de haber sido capaz de ver estas conexiones. Pues nones, mi cerebro se fue por peteneras y prefirió centrarse en aquella oscura trama ufológica de los 70. Hay que joderse.
Pero, como en tantas cosas, no hay mal que por bien no venga. “Umma”, aunque escrito el primero, es realmente el tercer volumen de la saga, que, por casualidades del destino, me la estoy leyendo en el orden cronológico correcto, así que, cuando un día de estos me sumerja en “Umma”, habré culminado, de momento, el viaje de la humanidad que Madrigal ha diseñado. Así que, quizá mi subconsciente (que es mucho más listo que yo), sí sabía lo que estaba haciendo…