viernes, enero 19, 2007

La Imposibilidad de Ser Profesional de la CF en España (I)

He estado releyendo una vieja Nueva Dimensión y me he encontrado con un puñado de cuentos de Domingo Santos, uno de los socios fundadores de este club tan peculiar que es la ciencia fición española, sección autores. Todo esto viene a cuento por que Domingo Santos ha sido, hasta donde sé, el único escritor español que ha podido vivir de la cf. Y eso, en cierta forma, haciendo trampas, por que la mayoría del dinero lo sacaba de su labor como traductor y de su trabajo como director de casi todas las colecciones del género que ha habido en este país.
Y la cosa en sí no ha mejorado mucho. ¿Nadie vive de la cf en España? Bueno, algunos sí. Por ejemplo, los editores, gente como Alejo Cuervo, Poujade o Luis G. Prado, y, por supuesto, aquellos que trabajen para sus empresas (pocos serán pero alguno habrá). Claro que, también hacen trampas, porque ahí están sus librerías como Arte 9 y Gigamesh que, me imagino, les ayudan a llegar a fin de mes (cierto es que son librerías de cf así que tampoco es trampa del todo).
Pero ¿y los escritores? Me temo que las cosas siguen igual que en los años de Nueva Dimensión. Ninguno de nuestros grandes autores vive exclusivamente de la literatura de género. Rafa Marín es profesor de instituto y traductor (y guionista de comics y más cosas), lo mismo que Javier Negrete, Torres Quesada andará ya jubilado pero siempre mantuvo en activo su negocio de pastelería, Aguilera, a pesar de su éxito internacional, mantiene su labor de diseñador gráfico y Rodolfo Marínez y Eduardo Vaquerizo, a pesar de sus triunfos con el premio Minotauro, siguen enganchados a sus trabajos informático-ingenieriles. Incluso alguien que vende tanto como Cesar Mallorquí mantiene su labor dentro del campo de la publicidad.
Bueno, hay un par de excepciones, una es León Arsenal que parece que si que puede vivir de eso de las letras, pero también es cierto que, últimamente, se mantiene lejos de la cf y va camino de campos de más aceptación popular como el thriller o la novela histórica. El otro es Cotrina que, me cuentan, ha asegurado más de una vez su intención de vivir de su obra, bueno, es joven y está empezando, y ojalá que lo consiga, pero he de decir que me siento un poco escéptico al respecto. De momento, se ha pasado al campo de la novela juvenil (donde hay más dinero, que se lo digan a Jordi Sierra i Fabrá). Si ahí no cuaja tendrá que seguir el camino de Arsenal o buscarse la vida de otra manera.
Y, sin embargo, en un país europeo como Inglaterra se puede vivir perfectamente escribiendo ciencia ficción, fantasía y terror, o, por lo menos, de eso parcen vivir gente como China Mieville, Iain Banks, Paul J. McAuley, Ken McLeod, M. John Harrison, Ramsey Campbell, Clive Baker, J. G. Ballard, Brian W. Aldiss y un interminable etc. Hasta se puede uno hacer millonario y convertirse en una estrella mediática como Arthur C. Clarke.
Desde luego, un panorama impensable para España. Y surge la pregunta ¿por qué? ¿por qué en dos países tan cercanos y, en muchos aspectos, similares desde el punto de vista socioeconómico hay una divergencia tal? No es la población, España ronda los 40 millones de habitantes e Inglaterra los 60, por ponermos matemáticos, puede que tuviese que haber un tercio menos de escritores profesionales ingleses que españoles pero el 30 % no es el 100 %. Vale, está el mercado anglosajón, E.E.U.U., Canadá, Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda y las élites de las antiguas colonias (seguro que en India, Malasia o Kenya alguien leé a estos tipos), un mercado de más de 300 millones de lectores. Bueno y nosotros tenemos al resto de América otro mercado con una cifra similar de potenciales consumidores de este tipo de libros.
¿Entonces? Vale, todos teneis la respuesta en la boca y acertais, en España y sus antiguas colonias se lee menos que en Inglaterra y las suyas, y, además, hay un menor interés por la ciencia y lo fantástico. Para rematar, nuestras antiguas posesiones son infinitamente más pobres que las que pertenecieron a Inglaterra y, por lo tanto, el mercado real es mucho menor que el potencial.
Muy bien, esas son las respuestas básicas (con matices, por supuesto) pero siguen siendo los sintomas de la enfermedad no las causas del mal y esas causas están en la historia de cada uno de esos países, Inglatera y España. Y dado que uno tiene un papel que dice que, más o menos, estudio historia en sus años mozos y que vive de explicársela a jovenes y tiernos adolescentes, en próximas entregas intentaré explicar que narices pasó años ha para que las cosas hayan llegado a donde han llegado en cada uno de estos sitios. Ya se sabe, de aquellos polvos estos lodos.

jueves, enero 18, 2007

1001 Libros que hay que leer antes de morir

Decía Cesar Mallorquí hace un tiempo en su estupendo blog que se pirraba por las listas y reconozco que a mí me pasa lo mismo. De hecho, me atrevería a decir que algo parecido ocurre con muchos seguidores de la ciencia ficción y vicios similares. Sino no me explico el porqué de tantos debates sobre el canon de las narices y tantos libros y artículos sobre imprescindibles y los 10, 20, 50 o 100 mejores libros de todos los tiempos. Vamos, que nos mola hacer listas, más que a un tonto una tiza.
Así que si me encuentro un tocho que se titula “1001 libros que hay que leer antes de morir” babeo de mala manera y por mucho que mi subconsciente me diga: “No, no, que es mucha pasta” al final las manos van al pan y el libraco a la estantería como dos y dos son cuatro.
Y, para que disimular, en este último par de meses me lo he pasado como un enano leyéndolo a ratos cortos, que es la única forma de leer semejantes engendros sin volverse tarumba. Por supuesto he asentido doctamente cuando el criterio de los seleccionadores coincidía con el mío, he puesto cara rara cuando me he encontrado con títulos que no conocía y, especialmente me he indignado y echado espuma por la boca cuando descubría un título que no debía de estar ahí o alguna flagrante omisión. En resumen, que el libro ha cumplido con todas mis expectativas, polémicas incluidas que para eso están estas cosas.
Por supuesto, nada es perfecto y este libro menos. Sólo hay novelas (aunque se cuelan algunas colecciones de relatos y ensayos), la parte referida a antes del siglo XIX es demasiado escasa (es donde he notado más faltas, en especial en la Edad Antigua) y hay demasiados libros de los últimos 30 años (creo que nos falta aún perspectiva). Pero también es verdad que la edición española del original anglosajón hace un pequeño destrozo que me ha cabreado un tanto y esta vez de verdad. Me explico, el libro se basa, principalmente, en autores anglosajones, lo cual es lógico viendo su origen y la riqueza narrativa de esta lengua pero, con una gran amplitud de criterio, Peter Boxall y su cuadrilla (más de 30 colaboradores) amplían su mira e incluyen una cantidad altísima de autores de otros países, incluidos muchos de escasa proyección en nuestra España como son los escritores africanos o asiáticos. Una intención realmente encomiable y que tiene como único handicap el que aparezcan muchos inéditos.
Eso sí, se ve que el editor español opinaba que las obras en nuestra lengua no estaban bien representadas y, por tanto, decidió ampliar la selección, y de que manera. Prácticamente una cuarta parte de los libros proceden de España en sus diferentes lenguas y de Latinoamérica, lo que, sencillamente, me parece excesivo. Como el editor no quería “destruir” el bonito 1001 de la portada (seguro que se le debió de ir a los 1200 o más) decidió suprimir muchos libros originales según su oscuro criterio y, para rematar la faena, encargó las reseñas de cada uno de los libros autóctonos a un grupo de académicos nacionales, incluidos los que ya habían sido reseñados por los seleccionadores originales, esas reseñas han desaparecido en el limbo más absoluto.
Ni que decir tiene que los criterios de los antologistas españoles no son similares a los de sus colegas anglosajones y, vamos a ser sinceros, tampoco se puede negar que los de fuera reseñan mejor que nuestros chicos.
En fin, una cagada monumental que se agudiza más aún leyendo los dos prólogos, el del seleccionador inglés, Peter Boxell, y el del español, José Carlos Mainer. Boxell tiene un par de ideas claras, primero, que se van a seleccionar libros buenos y, segundo, que también tiene que haber cabida para libros populares, los que han gustado a los lectores a lo largo del tiempo y se han convertido en fenómenos a pesar de las opiniones de los críticos. Por tanto, está James Joyce y Marcel Proust, Balzac y Zola, Dickens y Stendhal, Flaubert y Henry James, De Lillo y Auster, pero también Raymond Chandler y Dashiell Hammet, Ágata Crhistie y Dorothy Sayers, Chester Himes y James Cain, Robert Louis Stevenson y Jack London, Ian Fleming y Daphne Du Marier. Boxell lo tiene tan claro que entre sus reseñadores hay críticos, académicos, periodistas, editores, traductores y simples lectores. Un popurrí de lo más animado y curioso.
Mainer es todo lo contrario, su prólogo es tan antipático que uno se pregunta para que narices se ha metido en este proyecto, no le gusta que sólo haya que elegir 1001 libros, no le gusta que haya tantos autores ingleses (aunque reconoce a regañadientes que si, que vale que escriben muy bien los jodidos), no le gustan las listas, no le gusta la literatura popular y no le gusta que haya tantos libros basados en películas o del gusto del público más que dela crítica. Su listas de colaboradores está formada íntegramente por profesores de universidad.
El resultado es que si uno le echa un vistazo a los resultados por países da la sensación de que tenemos la literatura más coñazo, sería y trascendente del mundo frente al gran número de obras que tiene pinta de ser divertidas de otros países.
Pero bueno, aparte de despotricar un poco sobre este destrozo, esta entada la he hecho por la agradable sorpresa que me ha supuesto descubrir que un centenar de los títulos incluidos en la selección corresponden a libros de ciencia fición, fantasía y terror. Entre ellos hay autores cultos y de prestigio como Swift, Hoffmann, Gogol, Poe, Huysmann, Wilde, Woolf, Huxley, Orwell, Hesse, Junger, Pynchon, Calvino, Lessing, Coetzee, Atwood, Burguess, Ackroyd, Hoeg, Murakami, Mitchell o Roth pero, y esa ha sido mi sorpresa, autores de guetto como Walpole, Lewis, Shelley, Maturin, Hogg, Carroll, Verne, Le Fanu, Wells, Lovercraft, Hodgson, Tolkien, Capek, Asimov, Peake, Wyndham, Dick, Clarke, Lem, Vonnegut, Rice, King, Adams, Carter, Gibson, Gemmell, o Sagan.
Por supuesto, no es cuestión de ver si estamos de acuerdo o no con los seleccionados, a mí hay unos cuantos que me tocan las narices, pero ver junto al “Ulises” o “En busca del tiempo perdido”, “Fundación” y “El Señor de los Anillos” me deja tan anonadado como satisfecho. Eso es amplitud de miras, criterio y ausencia de sectarismos y lo demás son cuentos. Y, lógicamente, la selección se amplía a campos afines como el humor, el policíaco, el espionaje, lo romántico, el misterio, la aventura, etc, etc.
Frente a esa generosidad la lista “española" queda un poco triste y desangelada, por supuesto aparece Bioy Casares y Borges, también Cunqueiro y Perucho pero si nos vamos a los últimos 30 años sólo aparece tímidamente Palol y Somoza. En fin, tampoco estoy pidiendo que pusieran “Gabriel” de Domingo Santos pero tanto costaba buscar algún título de cf digno que los hay.
En resumen, y a pesar de los pesares, un libro muy disfrutable si estás tan enfermo como yo y muy envidiable para todo lector español.

martes, enero 02, 2007

¿Qué Libros de Literatura Fantástica se Publicaron el Año en que Nací?

Este no deja de ser un experimento un poco chorra pero hoy tengo el día absurdo así que me he planteado la siguiente pegunta. ¿Qué libros de literatura fantástica se publicaron el año en que nací?
Vale, no tiene mucho sentido pero no deja de ser divertido. Servidor nació en 1969 (en marzo, para ser exactos) fruto del verano del amor y en un momento en que la New Wave era la corriente principal y dominante en la ciencia ficción. Y ese año, hasta donde he podido indagar, estos fueron los libros importantes que se publicaron en nuestro país y más allá:

Daniel Sueiro "Corte de corteza"
Alfonso Sastre "Ejercicios de terror"
Alvaro Cunqueiro "Un hombre que se parecía a Orestes"
Joan Perucho "Botánica oculta"
Kingsley Amis "El hombre verde"
John Brunner "Los vengadores de Carrig"
"Órbita inestable"
Daphne du Maurier "Perdido en el tiempo"
Philip K. Dick "En la tierra sombría"
"Gestarescala"
"Ubik"
Harry Harrison "Universo cautivo"
Keith Laumer "El largo crepúsculo"
C. L. Moore "Jirel de Joyri"
Bob Shaw "El palacio de la eternidad"
Norman Spinrad "Incordie a Jack Barron"
Roger Zelazny "La isla de los muertos"
Ray Bradbury "Fantasmas de lo nuevo"
Angela Carter "Héroes y villanos"
Philip Jose Farmer "¡Cuidado con la bestia!"
Howard Fast "El general derribo un ángel"
Kurt Vonnegut Jr. "Matadero 5"
Robert Silverberg "El hombre en el laberinto"
"A través de un billón de años"
John Boyd "Los polinizadores del Edén"
Michael Crichton "La amenaza de Andrómeda"
Ursula K. Leguin "La mano izquierda de la oscuridad"
Fritz Leiber "Un fantasma recorre Texas"
Isaac Asimov "Cae la noche"
Poul Anderson "Lo mejor de Poul Anderson"
Jack Vance "Los Wankh"
"Los Dirdir"
"Emphyrio"
Brian W. Aldiss "A cabeza descalza"
"Intangible S.A."
Frank Herbert "El mesías de Dune"
Stanislaw Lem "Relatos del piloto Pirx"
Michael Moorcock "He aquí el hombre"
"La nave de los hielos"
"El bastón rúnico"
Fred Saberhagen "Hermano asesino"
Recopilaciones "El paisaje interior"

Hay de todo un poco. Por supuesto mucha New Wave como ya he dicho (Aldiss, Moorcock, Brunner, LeGuin, Silverberg, Fast, Vonnegut, Zelazny, Spinrad, Dick) pero también autores más clásicos (Anderson, Asimov, Moore, Bradbury) o de maneras clásicas (Harrison, Laumer, Shaw, Crichton, Vance). Incluso es divertido observar como dos tipos tan polifacéticos como Brunner y Silverberg podrían encajar en las dos categorías, por que cada uno parió ese año una obra ambiciosa y moderna (“Órbita inestable” en caso de Brunner y “El Hombre en el laberinto” en el de Silverbeg) junto a otra más conservadora y alimenticia (“Los Vengadores de Carrig” y “A través de un billón de años respectivamente”). En cuanto a los autores españoles, no hay ninguno de los nombres que uno podía esperar para aquella época, lógico visto lo difícil que era publicar ciencia ficción en las colecciones de género de aquellos años. Eso si, “Corte de corteza” de Sueiro es otro perfecto ejemplo de obra New Wave.
Por supuesto, no me he leído todos estos libros pero si muchos y hay que reconocer que aquí hay un puñado de obras maestras: “Ubik” de Philip K. Dick, “Incordie a Jack Barron” de Norman Spinrad, “Héroes y villanos” de Angela Carter, “Matadero 5” de Kurt Vonnegut Jr, “El hombre en el laberinto” de Robert Silverberg, “La mano izquierda de la oscuridad” de Ursula K. LeGuin y “He aquí el hombre de Michael Moorcock.
¡Ah! Y para que veáis que no sólo de fantástico vive el hombre estos son otros libros que se publicaron ese año y de renombre universal:

Georges Perec "El Secuestro"
Vladimir Nabokov "Ada o el ardor"
Mario Puzo "El padrino"
Philiph Roth "El lamento de Portnoy"
Terenci Moix "El día que murió Marilyn"
John Fowles "La mujer del teniente francés"
Chester Himes "Un ciego con una pistola"
Robert Coover "El hurgón mágico"
Jorge Amado "Tienda de los milagros"
Manuel Puig "Boquitas pintadas"
Elena Poniatowska "Hasta no verte, Jesús mío"
Italo Calvino "El castillo de los destinos cruzados"
Adolfo Bioy Casares "Diario de la guerra del cerdo"

Tampoco me los he leído todos pero hay que reconocer que los libros de Roth y Puzo son potentes. En fin, no fue mala cosecha la del 69. En fin, si alguno de los colegas blogeros que me len se animan a participar en este juego que publiquen sus resultados en días venideros. Ya he dicho que no vale para nada pero, insisto, puede ser divertido.

lunes, enero 01, 2007

El 2006

Hacer un repaso del 2006 en literatura fantástica no es fácil. Muchas editoriales, libros y autores hacen que sea totalmente imposible estar al día de todo lo publicado. Así que, como siempre, mis opiniones aquí serán sesgadas e incompletas y basadas tanto en mis propias apreciaciones como en lo oído y leído por ahí.
Si el 2005 fue un año más que notable, el 2006 ha sido un tanto más discreto. A nivel de editoriales se puede señalar una cierta crisis un tanto preocupante. Así, Robel murió y Abraxas estuvo a punto de hacerlo aunque en el último segundo resucitó. Otros sellos han ralentizado tanto sus publicaciones que parecen casi muertos. De las pequeñas, Jaguar está prácticamente desaparecida en combate, Berenice después de un potente arranque en el 2005 sólo ha editado un título y Parnaso más de lo mismo. Sólo el grupo AJEC mantiene sus discreto ritmo de publicaciones.
Entre las grandes, las noticias tampoco son favorables, Gigamesh está totalmente paralizada y centrada en el fenómeno Martín, Valdemar tampoco ha tenido un año de grandes títulos (incluido el retraso en la aparición del segundo tomo de la narrativa completa de Lovercraft), Siruela ha dejado el fantástico de lado, Ediciones B sigue inmersa en su crisis de siempre y hasta Minotauro ha publicado poco y no muy atractivo.
Claro, que también hay buenas noticias que parecen matizar un tanto este panorama, hay dos sellos que gozan de excelente salud, Bibliopolis, que continua diversificándose y ha creado colecciones no fantásticas y La Factoría de Ideas que ha conseguido inundar el mercado con sus títulos. Además, aparecen nuevas colecciones que habrá que ver como acaban. Alianza es quizás la que ha hecho una apuesta más seria con Runas pero tampoco es desdeñable el renacimiento de Roca con Omicrón. Más destacable aún es la aparición de dos sellos peculiares y pequeños. Atalanta, del antiguo fundador de Siruela que ha decidido volver por sus fueros y crear una editorial pequeña pero exquisita (aunque muy cara) y Delirio de Arellano (uno de los popes de la cf en España) que se ha centrado en una más que loable labor de resurrección de viejos clásicos (y cuando digo viejos pueden ser bastante viejos).
En fin, cal y arena, un momento de impasse que no se sabe muy bien que nos va a deparar. Puede que las editoriales pequeñas lo tengan difícil pero está claro que las grandes, a pesar de sus altibajos, se han asentado y cuentan con un público fiel. No me queda, en cambio, muy claro que va a ser de las colecciones nuevas, unas por que no han publicado títulos muy atractivos, otras por que defienden posturas muy minoritarias y algunas por que dependen de grandes grupos que exigen resultados ya, el caso es que lo tienen bastante complicado.
En cuanto a los títulos. Pues de todo hay en la viña del señor aunque, me temo, no hay obras tan impresionantes como las del año pasado. Prosigue la costumbre de que algunos de los grandes títulos aparezcan en editoriales no de género. Por ejemplo, este año destacan “Kafka en la orilla” de Murakami (Tusquets), “Lunar Park” de Ellis (Mondadori), “Historia del General Dann y de la hija de Mara, de Griot y del perro de las nieves” de Lessing (Bruguera), "El Atlas de las nubes" de Mitchell (Tropismos), o “Negro” de Pauvert (Mondadori de nuevo). Con todo, no creo que esta cosecha sea comparable a la del 2005.
La publicación de antologías de relatos ha estado algo más escasa de lo habitual. Dos Artifex, un Paura, un Melocotón Mecánico, un Premios UPC y un Visiones 2006 dan para mucho pero se echa de menos el volumen de Vórtice (otro caído en combate) y el retraso con el Fabricante de Sueños 2005.
En el apartado ensayos tampoco está la cosa para tirar cohetes, el Jabberwock también se ha retrasado y las revistas son cada vez más escasas (Gigamesh en dique seco y Asimov muerta y enterrada). Eso sí, destaca la publicación de “Danza macabra” de Stephen King (Valdemar), un más que interesente recorrido por el terror norteamericano a partir de los años 50.
Los títulos clásicos tampoco han deparado grandes sorpresas. Hay algunas re-ediciones que se agradecen, en especial “La espada rota” de Anderson (imposible de encontrar en el mercado de segunda mano) por parte de Alianza o “El hombre menguante” de Matheson en La Factoría (un clásico con mayúsculas) pero tampoco está de más recordar un título injustamente menos conocido como es “El circo del Doctor Lao” de Finney (Berenice).
Entre lo que es más o menos novedad, Valdemar se ha decantado por Meyrink (“El monje Laskaris”, “El ángel de la ventana de occidente”) y sólo ha publicado una antología de relatos (“La Momia”). Aunque personalmente creo que su gran acierto del año es “Una extraordinaria aventura en las sombras” de Mangan, un libro tan peculiar como irrepetible.
Quizá sea Atalanta la más atrevida, una recopilación de H. G. Wells (“Los ojos de Davison”), otra de Vernon Lee (“La voz maligna, tres cuentos, dos inéditos) y una novela de cf metafísica francesa más que curiosa: “El monte análogo” de Daumal. El único problema es que estamos ante libros muy caros y muy pequeños, una difícil combinación.
Pero la gran novedad en este campo es la irrupción de la editorial Delirio que se ha centrado en al fantasía y cf de principios del siglo XX (un periodo un poco olvidado) y nos ha proporcionado cosas tan peculiares como antologías de revistas estadounidenses como Weird Tales o Amazing Stories, e inéditos de Burroughs (“Amor eterno”), Howard (“Espadachinas”), Tolstoi (“Aelita”) y Weinbaum (“La llama negra”). Una labor tan loable como peligrosa ¿estará el público a la altura de este proyecto? Se verá (personalmente soy pesimista).
De autores nacionales siguen saliendo cosas pero con cuenta gotas. De los más asentados destacan Rafa Marín (“Juglar”) y Juan Miguel Aguilera (“El sueño de la razón”), ambas fantasías históricas y ambas en Minotauro. De los más nuevos tenemos “El código secreto” (Minotauro) de Jorge Sabaté (un cyberpunk rutinario), “Un mundo invisible” (Minotauro) de Carlos Castrosín (una re-escritura de su “Cinco días antes”) y “Su cara frente a mí” (Berenice) de Cofiño, que deleitara a los que aclamaron su “El Cortafuegos”.
Y, por supuesto, el flamante ganador del Minotauro 2006 Negrete y su “Señores del Olimpo”.
Entre los autores de fuera, yo destacaría la aparición de títulos de Wolfe (“El caballero” en Minotauro), Straub (“La cámara oscura” en Minotauro), Egan (“Axiomático” en AJEC), Morgan (“Leyes de Mercado” en Gigamesh), Gibson y Sterling (“La máquina diferencial”, un libro al que le tenía muchas ganas, en La Factoría), Banks (“Inversiones” otro libro de la Cultura en La Factoría), McDonald (“Río de los dioses” en La Factoría), Piccirilli (“Un coro de niños enfermos” en La Factoría), Niven y Pournelle (“Ruido de pasos” en la Factoría), Swanwick (“La hija del dragón de hierro” en Bibliopolis), Bishop (“La ciudad del grabado” en Bibliopolis), Haldeman (“Camuflaje” en Omicrón) y Willis (“Infiltrado” en Omicrón), aunque estos dos suenan un poco a timo, tanto dinero a pagar por unos libros bien pequeñitos.
Y, por supuesto, las sagas interminables que no falten. Bibliopolis saca otro libro de Wells (“El fuego elemental”) ambientado en el universo de “La muerte del nigromante”, La Factoría sigue con sus sagas fantásticas de Hobb, Feist y Bujold. Pero, y ante la falta de nuevo título de Martín, el libro destacado del año en este campo es “La torre de la golondrina” de Sapkowski (Bibliopolis), imprescindible.
Y, por último, un par de rarezas que hacen que a uno se le despierte la curiosidad: “Líneas muertas” de Bear (La Factoría), por aquello de ver como se las apaña un escritor de cf hard con el terror, y “Sueños viejos por nuevos” de Resnick (Alianza) por saber si todos sus relatos son igual de buenos que los que sacó en el 2005 la revista Gigamesh.